martes, 17 de diciembre de 2013

Síndrome de Piernas Inquietas

El síndrome de piernas inquietas o SPI es un trastorno neurológico que provoca sacudidas, picores, nerviosismo, hormigueo, pinchazos, calor e incluso dolor en las extremidades inferiores cuando la persona se encuentra relajada o en reposo (de hecho aparece con mayor intensidad durante la noche), por lo que no puede parar de moverlas.



Las molestias suelen reducirse si se mueven las piernas, por eso la mayoría de los afectados optan por caminar. Pero estos síntomas, en grado moderado o severo, conllevan dificultad para conciliar y mantener el sueño,  lo que deriva en un agotamiento, dificultad de atención y alteraciones en el estado de ánimo.

La Sociedad Española de Sueño y la Asociación Española del Síndrome de Piernas Inquietas aseguran que las personas afectadas de SPI duermen de media menos de cinco horas al día. No sólo eso, sino que además este descanso es de mala calidad, ya que sufren pequeños despertares que  no les permiten descansar adecuadamente por la noche, lo que conlleva que por el día estén excesivamente cansados, tengan dificultades de memoria y concentración, y puedan llegar incluso a sufrir depresión o ansiedad.



A las personas afectadas por el síndrome de piernas inquietas les cuesta permanececer sentados y estar relajados, lo que les impide realizar acciones normales para los demás como conducir, ir a eventos culturales e incluso trabajar. 

Según un estudio elaborado por la Asociación Española de Síndrome de Piernas Inquietas (AESPI), en colaboración con el Instituto de Investigaciones del Sueño, los pacientes con SPI tienen hasta 2,5 veces más probabilidades de desarrollar una cardiopatía. Asimismo, el riesgo de hipertensión arterial aumenta hasta 2.5 veces más frente a la población que no tiene SPI.

Se calcula que este problema afecta a un 10 o 15% de la población mundial de entre 18 y 65 años. En concreto, siete de cada diez afectados son mujeres blancas, con historial familiar de SPI y con antecedentes previos de diabetes, ferropenia, artritis reumatoide o insuficiencia renal.

Causas
A pesar de las investigaciones realizadas, la causa del síndrome de piernas inquietas (SPI) no está clara aún. Sin embargo, se barajan varias posibilidades que dan origen a los distintos tipos de SPI:
  • Síndrome de piernas inquietas primario o familiar: se produce por causas genéticas. Los expertos aseguran que existen varios cromosomas relacionados. Se estima que el 66% de los pacientes con SPI tienen al menos un familiar de primer grado afectado.
  • Síndrome de piernas inquietas secundario: surge como resultado de otra enfermedad, generalmente, anemia y bajo nivel de hierro en la sangre, y otras patologías crónicas como neuropatía periférica, diabetes, insuficiencia renal o artritis reumatoide.
  • Síndrome de piernas inquietas idiopático: cuando no existen antecedentes familiares de SPI y la persona no tiene ninguna enfermedad que se relacione con esta afección.
Los especialistas apuntan que se debe a un trastorno del sistema dopaminérgico, encargado de generar dopamina, una sustancia natural producida en el cerebro que es ineludible para controlar el movimiento.


Diagnóstico
Mucha gente piensa que el síndrome de las piernas inquietas es uno más de los síndromes inventados en los últimos años, sin embargo, actualmente esta enfermedad se puede diagnosticar mediante datos clínicos. Estos son los cuatro criterios que deben estar presentes en su diagnóstico:
  • Necesidad de movimiento de las piernas, que suele acompañarse de sensaciones molestas.
  • Nerviosismo motor en las extremidades inferiores.
  • Empeoramiento de los síntomas cuando se está en reposo y alivio cuando se está en movimiento.
  • Aparición de los síntomas por la tarde noche.
Para verificar el diagnóstico, el especialista valora otros aspectos como son: la falta de hierro, la dificultad para conciliar el sueño (polisomnografía), examen neurológico normal.

Tratamiento
No existe cura conocida para este síndrome. El tratamiento está orientado a reducir el estrés y ayudar a la relajación muscular. Las siguientes técnicas pueden ayudar:
  • Ejercicios de estiramiento suave
  • Masajes
  • Baños calientes
Las dosis bajas de pramipexol (Mirapex) o ropinirol (Requip) pueden ser muy efectivas para controlar los síntomas en algunas personas.


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